Origen y destino. Dos sustantivos que uno sin el otro no tendrían cabida en ningún mapa mental. Tan importante es saber dónde estás en este preciso instante como adónde quieres llegar y para hacerlo, necesitarás una estrategia que tome la dirección adecuada, que equilibre y posicione el trayecto planificando con escuadra y cartabón cómo será el camino a recorrer.
Yo, yo, yo y después yo. Dicho por un niño hasta tiene un pase, pero lo cierto es que a menos que no quieras disponer de una marca adulta y madura, primero tienes que dejar de pensar en ti para pasar a proyectar cómo piensa, siente y padece tu cliente. En este caso no viajarás solo haciendo las veces de mochilero, si no que será un viaje en pareja: tu cliente y tú. Destierra el yoísmo.
Es hora de ejecutar el viaje. La cuestión es si coger un avión, ir en bici o subirnos a un barco, porque de ello dependerá el paisaje que vayamos a encontrarnos y el tiempo que estemos dispuestos a emplear disfrutando del trayecto analizando al mismo tiempo clientes, mercado, objetivos y contexto.
¿Qué emociones despiertas en tu cliente? ¿Qué siente al verte? ¿Qué valores de marca quieres transmitir? ¿Qué recuerdos generas? Cada vez que un cliente decide viajar contigo, está comenzando su propia experiencia de marca. Bon voyage.